Hay personas excepcionales que pasan por la vida y también por nuestras vidas de una manera común y corriente, incluso a veces discretamente; a veces casi sin darnos cuenta; son personas que quizás no alcanzan grandes éxitos ni son socialmente aplaudidos,ni amasan fortunas ni mucho menos buscan fama o reconocimiento. Sin embargo, hay algunas de esas personas que dejan huella en quienes los conocen, sin importar el tiempo compartido. Quizas sea una simple charla ocacional, un gesto, una sonrisa o una ayuda desinteresada, acciones diarias, cotidianas que son más una forma de vida, que una pose, reflejan la personalidad real de esas personas excepcionales.
Hector Contreras, a quien tengo la dicha de llamar “papá”, es uno de esos seres que caminan por nuestras calles y vidas sin pedir nada y dando mucho. Artista de corazón y talento inexplotado que sin pensarlo dos veces renunció a la oportunidad de buscar fama en el campo de los dibujos animados porque decidió que era más importante ser un modesto padre presente que uno famoso y ausente.
Dedicado a sostener una familia tradicional mexicana de 7 hijos, se ocupó de una tienda de ropa para caballeros. Yo crecí ahí, muchas de mis memorias de la infancia se remontan a la calle de Abasolo en el centro histórico, jugando en los jardines de lo que en aquella época (70’s) era el Hotel Central y hoy son las oficinas de recaudación de impuestos. Fueron muy buenos momentos, tuve una hermosa infancia, sin carencias, por el contrario, bastante generosa y colmada de pequeños placeres, . Mi padre siempre nos daba gustos propios de niños, helados de cajeta, churros y “chucherías” en el puestecito de doña Meche. Ahí estaba don Hector cada temporada navideña emocionado por pintar las vidrieras de la tienda poniendo su talento en acción solo como decoración de estación. Con sus pinceles creaba verdaderas postales que nos hacían volar la imaginación. Nunca tuvo duda en “saldar” alguna cuenta a sus clientes de los pueblos o en regalar saldos a quien los necesitara. “Nuestra tienda de la infancia” fue vendida a puerta cerrada ante la llegada de las primeras cadenas de tiendas de autoservicio que amenazaron a los pequeños negocios del centro histórico de Morelia llevándolos prácticamente a la quiebra. Eso lo obligó a “reinventarse” incursionando en el negocio del transporte público , como concesionario de permisos de taxi, era común que “perdonara cuentas” a los choferes, se hiciera cargo de pagar facturas e incluso de “hacer viajes gratis” a usuarios sin recursos.
Incontables avatares debió enfrentar a lo largo de sus muchos años, bodas de hijos, nacimientos de nietos, divorcios, muertes de seres muy queridos, negocios fallidos, graduaciones, cumpleanos, navidades y demas festejos familiares que han sido sus alegrías y tristezas y que siguen pintando la sonrisa en su rostro arrugado y contento cuando acaricia la manita de su bisnieto Andre, al que llamó “El principito”.
Un hombre autodidacta, amante de los libros, la música, las películas y las buenas conversaciones acompañadas de una buena taza de café caliente , bien caliente por cierto, así le gusta a él. Admirador de la naturaleza que a sus 84 con piernas débiles y la vista débil así como el oído disminuido se sigue maravillando con los colores del atardecer que trata de reflejar en sus pinturas que hoy por hoy siguen atrayendo la mirada, no por su calidad artística pero sí por su calidad humana.
Y creo que esa es la característica que lo define, Don Hector Contreras es un buen ser humano, alguien que ayuda al prójimo y al próximo sin esperar regreso. Un hombre cuya herencia no es económica porque nunca tuvo talento en los negocios pero que sin duda, su ejemplo de honestidad, empatía y resiliencia es por sí solo un legado de valor incalculable que nos hace a nosotros sus hijos y nietos herederos de verdaderos valores universales, esos que aparentemente en esta sociedad tan deteriorada , son obsoletos.
Así que hoy honro a mi padre un hombre sencillo, que prácticamente no viajo, que nunca voló y que jamas dejo Morelia, la ciudad a donde se avecindo desde sus tempranos 20’s y que sin embargo, me ha enseñado a disfrutar la sencillez de un helado de cajeta, un gazpacho en el bosque Cuauhtémoc y una comida dominguera en familia en cualquier restaurant campestre de las afueras de la ciudad. Un hombre sensible que a sus 84 sigue asombrándose ante el milagro del amanecer y la lluvia del verano.
Un hombre al que felizmente puedo tener cerca aún y compartir un café bien caliente como a Él le gusta, en el jardín de las Rosas o en su propia sala mientras me comparte alguna de sus historias que hoy más que nunca le llegan a su mente neblinosa donde fantasia, realidad y recuerdos se funden convirtiendose en monólogos dado que su oído debilitado hace imposible un diálogo y sin embargo, no menos disfrutable.
Un hombre que en su sencillez va dejando huella en su andar; en ese andar cada vez más cansado y dificultoso por unas piernas que ya no lo sostienen. Atisbo en Él la paradoja de la debilidad física y la fortaleza espiritual, quizás es un proceso que acompaña el envejecimiento. No lo se, pero cada vez se vuelve más etéreo como si en cualquier momento le fueran a nacer alas de los omoplatos enflaquecidos y fuera a emprender el vuelo de regreso a casa, a la fuente, al origen de todo, a la luz.
Él está listo, se dice satisfecho y pleno con la vida citando en su pequeña obra autobiográfica que publicó en 2023, a Amado Nervo y con esa belleza poética cierro este breve recuento .
“En Paz”
Muy cerca de mi ocaso,
Yo te bendigo vida,
Porque nunca me diste
Ni esperanza fallida
Ni trabajo injusto,
Ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino
Que fui el arquitecto de mi propio destino;
Que si extraje la hiel o la miel de las cosas,
Fue porque en ellas puse hiel, o mieles sabrosas.
Cuando plante rosales coseche siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno, mas tú no me dijiste que Mayo fuese eterno.
Hallé sin duda largas noches de mis penas,
Mas no prometiste tan sólo noches buenas.
En cambio tuve otras santamente serenas.
Ame,fui amado! El sol acarició mi faz!
Vida, nada me debes!
Vida, nada te debo!
Vida, estamos en Paz!
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