Ya sin ansia de ancianidad por Rachna

Te dedico mis palabras hoy, usando la voz de la adulta adulterada. Agradezco enormemente a mi abuelo Checo, feliz y dicharachero ser que alegró mi infancia, al preguntarle “¿Cómo estás, Checo?”, ni tardo ni perezoso respondía “¡Cómo mango!”, hacía una pequeña pausa y continuaba “Amarillo y chupado”, y me reía tanto. A él le escuché…

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Mariposa amarilla

Te dedico mis palabras hoy, usando la voz de la adulta adulterada. Agradezco enormemente a mi abuelo Checo, feliz y dicharachero ser que alegró mi infancia, al preguntarle “¿Cómo estás, Checo?”, ni tardo ni perezoso respondía “¡Cómo mango!”, hacía una pequeña pausa y continuaba “Amarillo y chupado”, y me reía tanto. A él le escuché eso de ser adulto adulterado, y también coincidimos en ese tenor –BTW: Checo cantaba requetebien bonito, con su voz de tenor-. Checo decía que los adultos estamos adulterados sí no hemos conservado intacto a nuestro niño interior. Una de mis hermanas tiene la sospecha que Checo tiene ADN judío, le tengo que preguntar si se animó a hacer las indagaciones correspondientes. En lo que a mi respecta, he observado la misma intensa devoción en amigos judíos que en mi abuelo amoroso.

“En el nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo”, a pesar de que en la aRdolescencia intenté varias veces excomulgarme de la iglesia católica, la culpa –mea culpa– me hizo llegar a la ‘edad seria’ persignándome tres veces al día. La conexión a Dios -Yahvé, Elohim, Adonai, El Shaddai, Shiva… you name it- desde antes de nacer, ha sido esencial para mi. Y llegué al dos mil con una necesidad urgente de buscar un camino espiritual, en el cual la percepción de evolución estuviera presente. Al día siguiente de mi cumpleaños número 40 -considerada la adultez madura-, lo encontré. “El maestro llega cuando el discípulo está listo”, se dice en muchos caminos espirituales, y en mi caso, aunque nunca he sido muy lista, ya estaba preparada para mi maestra. ¡La más bella!

Tener la bendita oportunidad de vivir en un Áshram, en dos ocasiones en los ultimos años, me hace desear una comunidad de retiro espiritual para los bien llamados ‘años dorados’. Te platiqué que cuando viví en Tulum, vi una casa que me pareció fenomenal para esto, y aunque deje este deseo guardado en un cajón, ha seguido haciendo ruido. “Hey, aquí estoy”, cuando abro el cajón me dice. Por lo pronto, en septiembre me estaré mudando al camino de enmedio de la playa de Santa Clara y el pueblito de Dzidzantún, en la hermana República de Yucatán. Amando como amo a Gabriel García Marquez y a sus -que son de todos- Cien Años de Soledad, iré a fundar mi propio Macondo. Espero que esta mudanza venga acompañada de la creación de esa comunidad, donde lo común nos una.

Mientras tanto, aquí seguiré indagando acerca de comunidades que ya funcionan en México. Ya hay varias. Recuerdo bien a mi abuelita Elvis, esposa de Checo, diciendo que ella jamás iría a un asilo. Era la época en la que los asilos tenían mala fama, Elvis decía que para ella eran como los cuartos de trebejos, adonde llevaban a los viejos que les ‘estorbaban’. Bienvenidos los cambios sociales tan necesarios en nuestra sociedad; dejar atrás el asilo y abrir los brazos a las casas de retiro, que bien puede ser un retiro espiritual.

Con mariposas amarillas y Mauricio Babilonia, me despido hoy.

Con amor,

Rachna – una mexicana que fruta vendía y que prepara las mariposas para su próximo hogar.

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