Abrazar la Vejez por Rachna

Me enamoré de los zuecos en la adolescencia, me siguen pareciendo cómodos y fáciles de quitar al llegar a casa. Para ser exacta, de aventar justo en la puerta. Esta tradición de andar descalza en casa es una que voy a seguir hasta que deje este cuerpo físico. ¿Quién me diría que justo al dar…

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Rachna

Me enamoré de los zuecos en la adolescencia, me siguen pareciendo cómodos y fáciles de quitar al llegar a casa. Para ser exacta, de aventar justo en la puerta. Esta tradición de andar descalza en casa es una que voy a seguir hasta que deje este cuerpo físico.

¿Quién me diría que justo al dar la vuelta a la esquina y encontrarme de frente a la vejez, podría considerar tener algo de sueca -de Suecia- en mi persona, además de mis zuecos? Nunca dejo de sorprenderme a mí misma. Hace tres años y algunos meses, esperaba con ansias de ancianidad cumplir sesenta para correr a solicitar mi credencial del INAPAM. Pero espera…

No conté las voces que me decían -y me siguen diciendo- “Pero, ni digas que estás vieja.” o aquella de “No, por favor. No eres vieja, eres una mujer vibrante aún.” Y si, por supuesto, sigo y seguiré siendo una mujer vibrante, una vieja mujer vibrante que abraza con amor cada segundo vivido en este plano existencial. ¿Cuántas trabas, cuántas dificultades, cuántos obstáculos, cuántos impedimentos hay que soportar, además de los crujidos de las rodillas al practicar hatha yoga? Sin temor a ser funada, en mi México lindo rechazamos la vejez, el apego excesivo a la juventud como único estado deseable se ha convertido en el estandarte de la sociedad mexicana. ¿Dónde quedó la famosa “Danza de los Viejitos” de los purépechas? Platícame cómo lo has experimentado tú. ¿Te han dicho, “Noooooooooooo, no digas que eres anciano, viejo, chocho, vejete, vetarro. Es que hasta suenan feo esas palabras.”?

Y aquí estoy hoy, en el abrazar la vejez en total aceptación, con todas mis canas y mis achaques. Con los besos y abrazos de mis nietos, con cuya magia, puedo transportarme en segundos a mi primera infancia, sin perder ni por un minuto mi estancia en esta, la segunda infancia. Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años que vienen y van, como las olas en el mar. Me parece que esto es lo más valioso de la chochez -excuse my French-. Escuché alguna vez decir que es llegar a la sabiduría, y no puedo estar de acuerdo con eso, al observar a los niños; ellos nacieron sabios, nacemos sabios. Esos segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años que vienen y van, como las olas en el mar, que van tejiendo experiencias, tal y como las sirenas tejen con algas y caracolas en ese ancho océano. 

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 Es posible que haya sido la intuición, esa voz que escucho más clara cada día, que me haya recomendado empezar a prepararme para mis últimos años en esta tierra. En 2014, viviendo en Tulum, vi una casa que me pareció magnifica para un *‘co-ed living’para adultos mayores. En 2023, al cumplir 365 días con mi credencial de anciana, empecé a planear reducir mis pertenencias. ¿Como para que quiero tantas cosas? -Si se te da lo Alvaradeño como a mi, bien pudiste escuchar chingaderas-. Esto último fue también reforzado por la experiencia ante la gestión de acomodo de las pertenencias personales de mi madre, quien decía a menudo que no tenía donde caerse muerta, y que murió en una cama cómoda, con un piso firme, y más de 35 pashminas. Ah, lo olvidaba, tenía 50 paquetes de rollos de papel de baño, y no, no fue algo adquirido en la pandemia. Cuando contaba 45 paquetes, corría a comprar cinco más. 

Lo que quiere decir que tengo dos años aligerando las maletas. Clasificando cuidadosamente mis pertenencias para donar en vida lo que ya no necesito. Y vuelvo al haber descubierto algo de sueca en mi. En febrero de este año, una amiga me platicó de un libro que la había dejado sin palabras porque describe lo que ella y yo ya estamos haciendo. “El Arte Sueco de Ordenar Antes de Morir”, de Margareta Magnusson. Está en mi **‘bucket list’. Y en esa lista anotado con tinta verde, el seguir abrazando la vejez. Es lo mejor que me ha sucedido. 

 Rachna – una mexicana que fruta vendía, en otra vida. En esta, disfruta abrazar la vejez-. 

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